Hace tiempo, una anciana llamada Rabiya, muy querida en un pequeño pueblo, comenzó a buscar algo en la calle. A todos les gustaba la compañía de Rabiya, y solían contarle sus problemas porque siempre les daba buenos consejos. Las persona que la vieron, se acercaron y preguntaron:
– ¿Qué buscas, Rabiya? ¡Te ayudaremos!
– Oh, sois muy amables. Se me cayó una aguja.
– ¿Un aguja? Será difícil, pero te ayudaremos- contentaron sus vecinos.
Entonces todos empezaron a buscar la aguja, pero no encontraban nada. Entonces, preguntaron:
– Rabiya, ¿no recuerdas por qué zona de la calle se cayó la aguja? La calle es muy larga y eso ayudaría a acercarnos más a nuestro objetivo. Además, está a punto de anochecer y ya no tendremos luz para buscar.
– Oh, el caso es que no se me cayó en la calle, sino en mi casa.
– ¿Cómo? Entonces… ¿por qué buscamos aquí algo que no podremos encontrar?
– Es cierto, eso me pregunto yo… No sé por qué siendo tan inteligentes, malgastáis esa inteligencia cuando se trata de buscar la felicidad. No sé por qué andáis buscando siempre la felicidad en la calle y lejos de vosotros en lugar de buscarla donde la perdisteis… en vuestro interior.
Y sonriendo, Rabiya se dio media vuelta y entró en su casa, dejando una profunda reflexión en todos sus vecinos.
Moraleja: «Sé inteligente y no busques la felicidad lejos de ti. La perdiste dentro»
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